El crítico y guionista de cine dialogó con Infobae Cultura sobre su libro “Caligrafía de la imagen” y reflexionó sobre David Griffith, la nouvelle vague, el rol de ‘Cahiers du cinema’ y la crítica argentina, entre otros temas
Si la duración de una obra fílmica indica la categoría a la que pertenece (un corto, medio o largometraje) se podría usar el mismo criterio para definir que, definitivamente, el ensayista David Oubiña incurrió en el largometraje editorial con 594 páginas dedicadas a exponer ideas y corrientes intelectuales, críticas y de acción sobre el cine desde sus primeros tiempos hasta la contemporaneidad, a la vevo que debatirlas. Es que, si lo pensamos bien, el cine es tan nuevo que no llega a los 135 años –hay tortugas más viejas que el primer film de los hermanos Lumiére. Y como todo arte nuevo, merece seguir debatiéndose y eso es lo que cada obra resonante, cada manifestación de que la vanguardia vive, cada insolencia que derrumba ideas que ni siquiera terminaron de solidificarse, produce en el espectador y en el crítico, que es un espectador lo suficientemente cinéfilo como para hacerlo sin ataduras y lo suficientemente nerd como para llevarlo a cabo sin problemas de ningún tipo. Pero tiene que escribir bien. Por eso el libro de Oubiña se llama Caligrafía de la imagen (Prometeo Libros) y sobre algunos de estos temas el autor conversó con Infobae Cultura.
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